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Julio Abanto Llaque

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martes, 22 de noviembre de 2016

EL SITIO ARQUEOLOGICO EL TRIUNFO: Poblaciones post Chavín en San Juan de Lurigancho

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EL SITIO ARQUEOLOGICO EL TRIUNFO: Poblaciones post Chavín en San Juan de Lurigancho

martes, 22 de noviembre de 2016 - 33838 vistas

A inicios del año 1990, un grupo de vecinos impulsó un plan de poblamiento en las faldas del cerro Observatorio; laderas colindantes a la antigua carretera Canto Grande (altura del paradero 6 de la avenida Las Flores). Años atrás, en la década del cincuenta, la minera Villa Sol extrajo toneladas de arena gruesa para construcción y el enorme forado causado fue convertido posteriormente en relleno sanitario. Sus nuevos moradores no habían imaginado que dos mil años atrás, ese mismo espacio había sido ocupado por una cultura que se estableció en la zona baja de la quebrada Canto Grande y que, gracias a un ingenioso sistema de riego, lograron convertir sus suelos en terrenos altamente productivos. Pero, ¿quiénes fueron estos ancestros?

Según recuerdo, el año 1979 cuando la aterrazada superficie “el hueco”- como así lo llamaban- servía de campo deportivo. En aquellos años, el señor Montoya, respetado guardián del lugar, solía impedir el ingreso a los extraños a punta de hondazos y, valgan verdades, tenía muy buena puntería.

Vista satelital a las quebradas que conforman cerro ObservatorioVista satelital a las quebradas que conforman cerro Observatorio, en blanco la dimensión de evidencias arqueológicas (Google Earth, 2009)

Mi temprana curiosidad me permitía pasar un buen rato trepando las pequeñas pendientes,explorando las quebradas y mirando cómo, de los cortes dejados por la minera, un buen grupo de lechuzas habían hecho enormes hoyos para sus nidos. Es allí que pude notar que en el perfil expuesto se apreciaban capas de ceniza, material orgánico que contenía fragmentos de cerámica, piedras trabajadas, huesos, pedazos de tejidos y conchitas de mar. Recuerdo mis amigos atribuían un origen antidiluviano a los restos de unos hermosos caracoles de lomas y decían que esa era la prueba de que el mar, hace millones de años, cubría todo, pero nunca creí tal afirmación. Por el contrario, ya mi inclinación arqueológica me hacía suponer que se tratarían de los restos de algún pueblo olvidado, el mismo que fue consumido y borrado por las máquinas que extraían arena del lugar.

Tuve que esperar muchos años y esconder en diversas cajas el material que, según mi madre, eran “ollitas” de los chivateros y campesinos de las antiguas haciendas; si ella hubiera encontrado las cajas éstas quizás nunca me habrían permitido saber qué cultura fue la que los fabricó.

Para mi sorpresa, años más tarde, mi primer hallazgo terminó como residencia de una nueva población. Los años de estudiante de arqueología en San Marcos los aproveché bien; tenía 19 años y esta era la oportunidad que esperaba para saber quiénes vivieron en El Triunfo (nombre del actual pueblo). Después de muchos años desempolvé las cajas y para mi pesar note que los años habían causado estragos en mi valiosa colección; las sales habían consumido gran parte del material y algunos fragmentos, para mi gran pena, no tenían salvación.

Sitio El Triunfo poco antes de ser pobladoSitio El Triunfo poco antes de ser poblado (foto: Julio Abanto, 1990)

En aquellos años mi profesor, el Arqueólogo Alberto Bueno Mendoza, fue el primero en darle un juicio al material, con mucha certeza me dijo con voz sorprendida que se trataba de un material de estilo Blanco sobre Rojo: “el material es semejante al hallado en El Panel, en Tablada de Lurín” y confirmó que este tipo de material llega a 2000 años de antigüedad.

En esos años este material sería la cerámica más antigua de la que yo tenía referencia para nuestro distrito ya que en la actualidad hemos encontrado evidencias de poblaciones más tempranas y años de trabajo nos han demostrado que vivimos en un distrito con una historia muy compleja que se remonta a más de 7000 años de antigüedad.

Pero sigamos con El Triunfo, tema por el que me imagino ya le agarraron el interés. La pérdida de mi material y el pronto tratamiento hicieron que con un grupo de compañeros, entre ellos mi entrañable colega Daniel Cabrel, tratásemos de hacer un minucioso registro del lugar. Mi padre me obsequió una cámara fotográfica; de esos años corresponde las primeras fotos de los perfiles y materiales recuperados. La constante ocupación puso al descubierto fragmentos y algunas otras evidencias culturales; lamentablemente, realizar un desalojo con intervención del INC hubiera sido imposible, ya que el sitio no figuraba en los registros respectivos. El reto fue involucrar a la población y sensibilizarla sobre la importancia del hallazgo para que de esa manera se supiera que en ese lugar vivió gente hace dos milenios atrás.

Visitaba la zona con mucha frecuencia y registraba con mi cámara y dibujos de lo que las obras modernas sacaban a la luz. Entre el ladrido de los perros, el grito de los niños que me llamaban “el loco del cerro” y la curiosidad y desconfianza de los mayores, pude registrar importantes evidencias y, lo más esencial, ganarme la confianza de los vecinos.

Recuerdo cuando una niña de nombre Janett me mostró un costal conteniendo los restos de una dama de épocas pasadas. En realidad sentí mucha pena al contemplar los huesos de un ser humano que después de dos milenios era molestada de su descanso eterno y nunca supe si tenía ofrendas o cuál era su posición al ser enterrada. En otras ocasiones, algunos señores se me acercaban para obsequiarme fragmentos de vasijas, algunos de los cuales mostraban caritas de figurinas que hacían notar sus dientes y unos grandes ojos.

Diversos fragmentos de cerámica provenientes de El Triunfo y figurina de Cerro LuriganchoDiversos fragmentos de cerámica provenientes de El Triunfo y figurina de Cerro Lurigancho (Dibujos y foto: Julio Abanto)

Todos estos materiales, fotos y apuntes son los únicos testimonios de un pueblo, al cual poco a poco fuimos conociendo y que desde hace años ha formado parte de mi vida. El año 1994 hice mi primera publicación de los materiales recuperados. Hoy sabemos que El Triunfo es un pueblo que surgió después de la influencia Chavín en la costa. Sobre su desarrollo prosperó una cultura muy importante que construyó colosales estructuras públicas; esta cultura es conocida como Lima.

El Triunfo conforma una aldea emparentada con la sociedad que desarrolló un estilo que conocemos como Blanco sobre Rojo o Baños de Boza (200 a. C a 200 d. C.), del cual existen asentamientos desde el valle de Chanchay hasta Lurín. La aldea de El Triunfo se extendía desde su actual ubicación hasta los terrenos del colegio N° 0074 y próximo a las faldas del cerro que colinda con Caja de Agua (Cerro las Ramas).

Fue un pueblo que vivió de la agricultura, gracias a la ampliación y mejoramiento del canal de riego que traía aguas desde Huachipa y Campoy. Entre los cultivos detectados tenemos al maíz, algodón, maní, fríjol y frutos como la lúcuma, pacae, etc. Complementaban su dieta con productos marinos, los mismos que eran conseguidos mediante el intercambio comercial, consumían carne de camélidos, cazaban venados y, al igual que nosotros, tenían como mascota al perro.

Eran diestros artesanos, elaboraban una serie de vasijas a las cuales adornaba con aplicaciones escultóricas de rostros, serpientes y felinos, en ocasiones aplicaban pintura crema, además de una técnica conocida como negativo.

Detalle de terrazas para viviendasDetalle de terrazas para viviendas, situadas en las laderas del cerro (Foto: Julio Abanto, 1990)

Elaboraban finos cuencos, botellas de doble pico y asa puente, ollas sin cuello, cántaros e instrumentos musicales. Adornaban sus cuerpos con dijes de piedra, hueso y cuentas de concha de molusco, no hemos encontrado armas. Pero la piedra se seguía utilizando como artefactos de molienda (Batanes, Morteros, chancadoras, lascas para cortar, etc.).

Confeccionaban su ropa en fibras como el algodón y lana de camélidos. Enterraban a sus difuntos cerca de sus viviendas y les tenían mucho respeto; por lo general el cuerpo estaba sentado con los miembros inferiores recogidos (posición fetal) y acompañado de vasijas y otros objetos de su uso.

San Juan de Lurigancho no es el único sitio con evidencias de la cultura Blanco sobre Rojo; existen sitios como Cerro Santa Rosa (Caja de Agua), Cerro Gallo y la Vizcachera (Campoy). También al interior de la quebrada se han encontrado extensos campamentos donde su cerámica está asociada a algunos geoglifos, lo cual indica que el culto a la montaña formaba parte de su mundo religioso.

Sus pequeñas viviendas dispuestas en las laderas de los cerros se levantaban sobre una serie de terrazas a modo de pircas; es posible que sus paredes fueran levantadas en quincha y, sobre el suelo, petates de totora. Tuvieron pueblos vecinos en las pampas de Amancaes y en Huachipa, lo mismo que en Huallamarca (San Isidro), el cual, sin duda, fue un centro importante. En otros valles y sitios como Ferroviarios en Villa el Salvador y Tablada de Lurín (Villa María del Triunfo), se han encontrado extensos cementerios.

Labores coordinadas con el Ministerio de CulturaLabores coordinadas con el Ministerio de Cultura para la deliitación del sitio Cerro Observatorio al interior de I.E. N° 0071 (Foto: Julio Abanto 2013)

Al concluir este escrito creo que este pueblo no ha muerto; la maravilla de la ciencia arqueológica es mostrarnos los secretos de los pueblos desaparecidos. Después de dos mil años seguimos hablando de ellos y de sus logros y, después de tanto tiempo, seguimos sintiendo orgullo de gente que nunca conocimos. Después de ellos nos toca definir nuestro futuro y cimentar el desarrollo en su enseñanza. ¡Qué maravilloso regalo!, ¡somos un pueblo con un pasado milenario! Hoy hemos dedicado estas líneas a una cultura que habitó en la quebrada Canto Grande durante un pequeño lapso de tiempo; ¡imagínense si contásemos todo lo que ocurrió y quiénes poblaron nuestro distrito desde hace más de 7000 años!

 

Escrito por: Julio Abanto Llaque para SanJuandeLurigancho.com

 

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