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jueves, 11 de julio de 2013

Confianza

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Confianza

jueves, 11 de julio de 2013 - 38599 vistas
La confianza como problema ha sido un asunto tratado por la sociología, la ciencia política y la filosofía política. Según los estudiosos del desarrollo de países como Corea del Sur, Japón, Taiwán, Singapur y algunos otros que destacan por estar ubicados en la cima en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD, construyeron su desarrollo incesante de las últimas décadas por factores no económicos como la ética o moral (ética o moral son lo mismo, la única diferencia es el origen de la palabra: ética viene del griego y moral del latín).
 
La confianza es el factor decisivo en el desarrollo de un país. No entenderlo es ignorar que el desarrollo económico, la economía de mercado, se sustenta en una propuesta ética.
 
Adam Smith, antes de escribir su “Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” o “La riqueza de las Naciones) (1776), escribió un libro sobre ética,”Teoría de los sentimientos morales” (1759) en el que precisa sus ideas morales las que más adelante se expresan en la visión economía de libre mercado. Adam Smith en “La riqueza de las naciones” habla de la “mano de Dios” como uno de los fundamentos del mercado libre. “La mano de Dios” no es otra cosa que la presencia de los principios morales en el mercado, indispensables para la “creación de la riqueza de las naciones” y, por ende, de la sociedad. Estos principios morales son fundamentales en las relaciones humanas y, fundamentalmente, en la política. Por ello en las sociedades de economía de mercado, existe una fuerte moral pública y leyes drásticas para castigar a los infractores. El Estado no es el refugio de bribones. Al Estado llegan los mejores para garantizar el funcionamiento de la sociedad libre.
 
Los países asiáticos que han alcanzado en décadas un acelerado desarrollo económico y humano, basan su moral en el pensamiento confuciano, creación del filósofo chino Kon Fu Zi (maestro Kon o Confucio como fue traducido al castellano). El filósofo y asesor de gobiernos de China nació hace 2500 años. Su tumba aún existe y también sus descendientes.
 
La moral confuciana se sustenta en el respeto entre los miembros que forman la familia y el respeto de todos en la sociedad; pero, especialmente, del respeto de los gobernantes y de los funcionarios de Estado respecto de los ciudadanos. La moral confuciana exige una disciplina permanente de conocimiento, probidad, pensamiento y sentimientos justos, adecuados, armoniosos entre las personas en la sociedad y el Estado. Las tesis de Confucio son las que están volviendo a predominar en la sociedad china, luego de casi 30 años de intentos de Mao Zedong y el Partido Comunista de China por erradicar su pensamiento. Hoy China va convirtiéndose en un país de muy alto desarrollo económico pero, con un partido comunista único en el poder y sin libertades democráticas, la corrupción no es ni millonaria, tampoco es billonaria. Es trillonaria y ese es un factor que atenta contra su desarrollo económico y social. La vuelta al pensamiento de Confucio en la sociedad y el Estado chino es por ello hoy esencial para que el gigante asiático alcance un desarrollo armonioso, verdadero.
 
Confucio es el primer pensador y asesor político que sustenta la idea del mérito para acceder a puestos públicos que consistieron a partir de sus enseñanzas en exámenes rigurosos y conducta ejemplar para acceder a los puestos públicos. Él es el autor de lo que en la época moderna se denomina “meritocracia” o el gobierno sustentado en el mérito de sus funcionarios. Es a partir de Confucio y Laozi (creador del daoísmo) que abogan por un fundamental basamento en la sociedad, el Estado, los gobernantes y el pueblo, que los exámenes para ser funcionarios no sólo eran de conocimientos. Había que practicar una moral pública de servicio y de conocimiento de los rituales a partir de los que se institucionalizan las formas transparentes de conducta en la sociedad y en el gobierno.
 
En el Perú, el cáncer de la corrupción atraviesa todas las instituciones del Estado y de la sociedad. Vivimos la moral de la pendejada. La moral del “vivo” que piensa “si no lo hago yo lo hace otro”. La moral de la coima, de la “sacada de vuelta a la ley” con cero vergüenza, del Estado como botín y del enriquecimiento del dinero público –dinero de todos- como bien privado no sólo recibiendo pagos bajo la mesa a cambio de la violación de las normas sino en general la inmoralidad en el ejercicio del gobierno en los diversos niveles del Estado. Se ha instalado en todo el país una cultura mafiosa premiada por la posibilidad de la reelección indefinida de las autoridades con la excepción del presidente de la república.
 
La elección del cargo de Defensor del Pueblo es patética. Una autoridad edilicia declara, con total naturalidad y con amplia sonrisa, que la candidata a Defensora del Pueblo, militante de PP es regidora de Lima y su cargo es irrenunciable pero, añade, “existen los mecanismos” para que pueda dejar el cargo y “ser elegida Defensora del Pueblo”. Lo que no dijo es que para lograrlo tienen que usarse artificios “legales” que vulneran el espíritu de la ley, que busca que los representantes de los ciudadanos, los regidores, asuman el compromiso de servir a la ciudad y a sus vecinos, y no valerse del cargo para trepar a otros, en búsqueda de intereses personales o partidarios.
 
Practicar una ética de respeto y servicio al Estado y a la sociedad es un factor fundamental para generar confianza. Cuando no se respetan las leyes y se aprueban cada vez más normas y sanciones se demuestra en los hechos que lo que no funciona es la sociedad y el Estado. En realidad un sociedad pródiga en leyes es una sociedad de pillos porque cuando existe una moral que se practica en la sociedad, se requiere cada vez menos leyes, en tanto existe una cultura de recíproca confianza entre los ciudadanos y sus gobernantes.
La ausencia de confianza es uno de los factores que frena el crecimiento económico y el desarrollo. La desconfianza paraliza a la sociedad, a las inversiones y neutraliza el emprendimiento. La falta de confianza hace que los trámites sean cada vez más engorrosos y que se requiera cada vez más leyes para intentar proteger al Estado y a la sociedad. Pero cuanto más leyes se crean más “especialistas” se dedican a buscar “sacarle la vuelta” a la ley.
 
El tema esencial es que será muy poco lo que se logre si no construimos una moral pública y una sociedad basada en la verdad, en la transparencia, honestidad, la honradez y el respeto a las leyes; el respeto a nosotros mismos, a los demás y a la naturaleza.
 
De los cinco últimos presidentes de la república, incluyendo al que está en ejercicio, uno está fallecido, otro en prisión y los otros dos libres pero con severos cuestionamientos luego de su paso por el alto cargo que ocuparon. Igual sucede en otros niveles del Estado en donde se ha entronizado la cultura de la prebenda.
 
Crecer, desarrollar, entonces, implica un cambio en la conducta de los líderes, los dirigentes y los funcionarios públicos. Un cambio concreto, práctico, que implique construir otra forma de gobernar y de relacionarnos entre todos. De lo contrario sólo veremos estancamiento, crisis y la cadena lógica: frustración-agresividad-violencia-destrucción. Los crímenes que se comenten a diario en nuestro país son el resultado del tipo de sociedad que hoy estamos construyendo. Es preciso reflexionar y empezar a cambiar costumbres y hábitos de la cultura de la desconfianza, aún cuando, sabemos, un cambio ético pueda parecer obra de un tonto, ya que predomina hoy la cultura de la pendejada.
 
Finalmente, crear confianza es una tarea de primer orden si queremos salir del estancamiento en el que nos encontramos como país. En el orden mundial, pese al crecimiento económico, nos encontramos en el puesto 78 en el IDH. Ese estancamiento nos indica que hemos ya tocado techo. Si no generamos una moral que construya confianza, seguiremos “creciendo” pero estancados en desarrollo humano integral y, en poco tiempo, ingresaremos a una etapa de retroceso. Estamos a tiempo de impedir que la cultura de la corrupción siga impidiendo el desarrollo integral del país.

 

Escrito por: Oswaldo Carpio para SanJuandeLurigancho.com

 

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