Una flor que nunca se marchita
"Gaudencia Gonzáles madre fundadora de San Juan de Lurigancho"
martes, 25 de mayo de 2004 - 923 vistas
Una flor, una caja de chocolate, o un ramo de rosas o quizá el electrodoméstico que tanto esperaba; en otros hogares quizá un ferrari, una pasaje ida y vuelta a Francia o un viaje en bus, aunque sea a Cañete. En las distintas realidades socioeconómicas de nuestro convulsionado país, cualquier muestra de cariño es adecuada y felizmente recibida, por la mujer que es, la luz de nuestra existencia, la mujer que después de nueve meses de espera, nos dio la vida.
Esposos e hijos, quizá sea ella a quien esperamos ansiosos que se acerque el mes de Mayo para ofrecerle nuestra gratitud, pero ¿realmente es solo el Segundo Domingo de Mayo la única fecha para decirle lo mucho que la queremos, para que demostremos en cierta medida el amor ha nuestra querida y siempre adorada madre?.
En las calidas tierras del África, en los gélidos iglúes del polo Norte, En la siempre romántica Venecia, en la Cordillera de los Andes, madres que entregan todo su esfuerzo, millones de mujeres que pugnan por alcanzar el éxito de su familia, en las calles o en las oficinas; en el campo o en las empresas, todas en general aportan y promueven el desarrollo de una comunidad, de una región y de un país.
Y curiosamente tuvimos la fortuna de conocer a una digna represente del distrito que hasta hace unas décadas, grandes haciendas se hallaban dentro de sus limites, haciendas que en su época destilaron prosperidad, con sus amplios establos habitados por caballos de pura sangre y los simpáticos borricos con los cuales Gaudencia Gonzáles, se transportaba, dando largos paseos, viendo pasar muchas vidas por delante, algunas historia trágicas, otras que emigraron buscando el tan añorado sueño americano, así como un día un grupo de personas del interior de nuestro país, optaron por la capital.
Una capital que muchas veces tenía mil cabezas como bien lo decía el protagonista de la tan conocida obra “Gallinazos sin pluma”, son distintas situaciones y realidades que obligaron a muchos provincianos a tomar un destino lejos de los andes, de los ríos, de la comida con olor a calor natural, lejos del aire tan puro y fresco que se combina con el maravilloso cielo azul reflejados en las lagunas, tomando en las bebiendo en las tardes leche fresca acabada de ordeñar, con un puñado de cancha recién tostada .
Llena de energía y con 85 años de experiencia, sonríe y mira con nostalgia la hacienda de sus recuerdos , doña Gaudencia se transporta a través del tiempo a aquellas décadas en donde el populoso distrito de San Juan de Lurigancho, albergaba la hacienda Ascarrunz una de las más extensas y prosperas. Visitarla para ella era muy común, porque formaba parte de la elite de amistades de las socias honorarias de la hacienda Nicollinni, los fines de semana se reunían para ver los partidos de fútbol que culminaban en grandes almuerzos, los días de semana junto a la familia Berridos, apreciaban el atardecer disfrutando de un delicioso café caliente acompañado de deliciosas y crocantes rosquitas.
Doña Gaudencia se siente asombrada por el cambio radical que su distrito ha dado; “Antes no habían tantos habitantes, no existía la malicia que hoy abunda, además todos éramos tratados por igual y eso permitía que la gente sea más amable y tranquila, incluso ir a misa era una tradición muy especial”, manifiesta con gran nostalgia admirando los retratos que tomaron momentos inolvidables de su juventud.
Hoy es abuela de 12 nietos y se le vienen a la mente aquellas nostálgicas épocas, cuando se reunían todos los hermanos en actitudes sospechosas, llevaban en sus blusas instrumentos de cuerda, eran las guitarras que acompañaban al coro de la feliz familia, con deliciosos potajes hirviendo en la cocina, seco de carnero, cuyes al palo, arroz con pato o un delicioso adobo, acompañados de chicha de jora y el secreto para que los comensales se deleiten y repitan la porción, según doña Gaudencia, los animales tiene que ser de corral; era un festín con la visita de los vecinos la alegría desbordaba en su hogar.
San Juan de Lurigancho poseía amplias zonas verdes, huertas que producían abundantes tubérculos, serpenteantes caminos naturales , surcados por riachuelos de agua cristalina que emanaban de los cerros aledaños saciando la sed de los niños que alegremente jugueteaban por los campos , todo es hoy parte de la historia un pasado conjugado con un presente comercial; si bien es cierto el progreso implica el acrecentamiento terrenal de esta parte de la gran Lima.
Se perdieron junto a las haciendas el respeto, el saludo y la consideración a las personas, junto al riachuelo se extinguieron los valores y en algunos casos la honestidad; aunque irónicamente la esperanza es lo único que no termina de acabarse, el deseo y la practica viviente de los valores.
La hija mayor de doña Gaudencia no espera regalos que incrementen su cocina, alhajas que atraigan la atención o prendas que la hagan verse más esbelta, desea que su familia este unida y que los valores que sus padres le transmitieron, se plasmen productivamente en sus hijos y sus hijos en sus hijos, esta mujer trabajadora, desea como todas las madres y como hijas, que el amor seas una comunión , como el pan de cada día y que la comprensión sea como el aire necesario y constantes en la vida de cada familia y nunca olvidemos que el Día de la Madre es un agradecimiento diario y constante. “FELIZ DIA MAMA”.
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