Hace dos meses el Covid-19 era una noticia lejana en Francia. Se sabía del brote del virus en una remota ciudad en China, pero aun se desconocían las causas de la enfermedad y no se sabía a ciencia cierta todos los síntomas y modos de contagio.
El primer caso en Francia fue una persona que venía de un viaje de China con escala en Wuhan, epicentro de la enfermedad. Al llegar al país, la persona recién presentó síntomas al tercer día.
Cada día aumentan los casos del virus en el país, principalmente en la zona norte. El gobierno decide mantener abiertas las fronteras e insiste en los “gestos barrera”: lavarse las manos, evitar tocarse la cara, estornudar en el antebrazo y evitar en la medida de lo posible el contacto directo con otras personas (el clásico saludo con dos besos y el apretón de mano son desaconsejados). Por lo demás, la vida sigue con normalidad.
Viernes 7 de marzo: 949 casos y 16 muertes. Aun el país se mantiene en “estado 2” de emergencia. El virus llega a los suburbios parisinos, y se determinan algunas zonas a riesgo, llamadas “clúster”, en donde se empiezan a cerrar escuelas y universidades y en donde la gente no tiene derecho de moverse hacia otros puntos: “Si vives o has estado en un clúster comunícate con la universidad y pide una autorización para quedarte en casa durante 15 días”.
9 de marzo: 1412 casos, 25 muertos. El gobierno prohíbe eventos que reúnan a 1000 personas. Múltiples eventos deportivos y musicales debieron cancelarse, aunque los pequeños bares y restaurantes siguieron funcionando, y se mantuvieron algunas “actividades útiles” tales como las manifestaciones (hubo una gran manifestación por el día de la mujer el domingo 8 de marzo), competencias (los partidos de fútbol, por ejemplo) y el transporte público continuó funcionando con normalidad. El jueves 12 de marzo el gobierno determinó que cerraría escuelas, universidades, institutos, bibliotecas, bares y restaurantes a partir del lunes 16, a nivel nacional. Asimismo, se informó que el presidente de la República haría un anuncio a las 8:00 p.m. ese mismo día. Los rumores de un confinamiento total no se hicieron esperar y miles de personas se apresuraron a vaciar los anaqueles de gel antibacteriano, papel higiénico y pastas de los supermercados.
Todos esos días circularon por redes sociales y por las famosas cadenas de WhatsApp información de fuentes “cercanas” al gobierno o a un medio de comunicación diciendo que a partir del miércoles estaríamos confinados; algunos decían por 15 días, otros por 30, otros por 45 días, mínimo. La histeria y el pánico iban en aumento.
Aquel lunes el panorama de la ciudad era atemorizante; los comercios que tenían la autorización de apertura pedían a sus clientes que se mantengan distanciados un metro, en las tiendas más pequeñas como las tiendas de tabaco, las farmacias o las panaderías solo se permitía el ingreso de dos o tres personas a la vez; el resto debía hacer una cola afuera manteniendo también la distancia de un metro. Incluso en los supermercados un poco más grandes se restringía el acceso de las personas y al interior se vigilaba que los compradores no se acerquen demasiado. A este día, muchos anaqueles ya estaban vacíos; ya no había mucha fruta, ni huevos, ni verduras, ni utensilios de aseo.
A las 8 en punto, todo el país estaba atento al mensaje presidencial. El presidente empezó dando cuenta de las medidas que se habían estado tomando para frenar la propagación del virus y que estas decisiones habían sido tomadas con orden, preparación y sobre la base de las recomendaciones científicas. Sin embargo, “mientras que el personal médico de servicios de reanimación alertaba sobre la gravedad de la situación, hemos visto también a muchas personas reunirse en parques y en mercados abarrotados, así como en restaurantes y bares que no han respetado la consigna de cierre. Como si, en el fondo, la vida no hubiera cambiado. Es por ello que, después de haber consultado, escuchado a los expertos, he decidido de reforzar aun más las medidas para reducir nuestros desplazamientos y nuestros contactos a lo sumamente necesario. Desde mañana, martes, al mediodía, nuestros desplazamientos serán fuertemente reducidos. Esto significa que las reuniones al exterior, las reuniones familiares o amicales no serán permitidas. Pasear, reunirse con amigos en el parque, en la calle ya no será posible. Solo los trayectos necesarios. (…) Mis queridos compatriotas, yo mido el impacto de todas estas decisiones en sus vidas. Renunciar a ver a sus seres queridos es un dolor muy grande. Detener sus actividades cotidianas, sus hábitos, es muy difícil. (…) Estamos en guerra, en guerra sanitaria, ciertamente. No luchamos en contra de una armada ni contra otra nación; sin embargo, el enemigo está ahí, invisible, escurridizo, y continúa progresando. Y esto requiere nuestra movilización general”.
Sin embargo, el confinamiento- por ahora- no es total; existen algunas excepciones:Cada persona debe imprimir una declaración jurada de la razón por la que está saliendo y mostrarla junto con un documento de identidad en todo control policial.
Asimismo, se han tomado diversas decisiones:
Si bien es cierto que las medidas tomadas son vistas de manera positiva desde el exterior, muchos especialistas, principalmente el personal médico, consideran que el gobierno francés ha actuado “demasiado tarde”. Al momento del dictamen del confinamiento el número de casos superaba el millar y la cifra de infectados aumenta cada día de manera exponencial. Eso implica que los 15 días de confinamiento no serán suficientes para detener el contagio; algunos especialistas hablan de un confinamiento hasta mediados o fines de mayo a fin de estar seguros de que la transmisión del virus se ha detenido. También se prevé una fuerte crisis económica, educativa y, por supuesto, social, crisis que va a tomarnos un largo tiempo superar.
En este punto me gustaría hacer una pequeña comparación de las medidas tomadas en Perú y en Francia. Por un lado, es importante reconocer que el gobierno peruano ha actuado mucho más rápido frente a la llegada de la pandemia. La decisión de confinamiento se dio dos días antes que en Francia. Sin embargo, mientras que en Francia ya superábamos los 1000 casos registrados, en Perú habían menos de 100. Asimismo, el presidente peruano activó el toque de queda el 19 de marzo, poniendo a las fuerzas armadas a vigilar a la población. En Francia, el toque de queda ha sido descartado por el gobierno central, pero los gobiernos regionales están autorizados a activar esta medida en sus comunas si lo consideran necesario.
¿La gran diferencia? La situación socioeconómica de la población. Es mucho más fácil, económicamente hablando, pedirles a los franceses quedarse en casa ya que aquí existe un porcentaje muy pequeño de negocios ambulantes e informales (aquellos que venden recuerdos cerca a los lugares turísticos, por ejemplo, o aquellos que venden fruta, castañas y maíz asado fuera de algunas estaciones de tren), además de ilegales, refugiados y vagabundos. La gran mayoría de residentes en Francia cuenta con un trabajo bajo contrato, vacaciones pagadas y seguro médico. Muchos se pueden quedar en casa sabiendo que recibirán sus sueldos con normalidad, o a un 80% del sueldo neto, al menos. En Perú abundan los negocios ambulantes, informales, personas que se ganan la vida cada día, con poquísima- o ninguna- capacidad de ahorro. Por supuesto, existen muchos que trabajan bajo contrato, pero cuyos patrones pretenden “no perder tanto” enviándolos de vacaciones y otras artimañas. Asimismo, existe un gran porcentaje de la población peruana que se gana la vida a través del comercio, del turismo y de la restauración, lo cual implica que actualmente no están percibiendo ningún ingreso monetario. Para este último caso, el gobierno francés está planeando la creación de un fondo común, pero ¿qué hacemos en Perú con ellos? Finalmente, el costo de vida en nuestro país es altísimo, de manera que, incluso ganando un sueldo, es difícil solventar los gastos de una canasta básica, transporte, facturas y alquiler.
¿La gran coincidencia? Los “cabeza dura”, los tercos, los “vivos”. Durante esta primera semana de confinamiento el gobierno francés ha tenido que endurecer las condiciones que permiten a las personas salir de sus casas. Al inicio, muchos franceses y francesas aprovecharon el permiso para “actividad física” y “necesidades de las mascotas” para violar el confinamiento. Los primeros días veíamos a muchas personas con ropa deportiva que conversaban tranquilamente en la calle, que se paseaban en grupos de amigos o que simplemente salían a fumar. Frente a ello el gobierno decidió aumentar la multa; actualmente uno debe pagar 135 euros si sale sin la declaración jurada o si el motivo de su salida no coincide con los motivos autorizados. En caso de reincidencia, una multa de 1500 euros está prevista, además de 6 meses de prisión. Las salidas para las compras y la actividad física se limitaron a 2 kilómetros a la redonda de la vivienda, y anoche las redujeron a 1 kilómetro. El acceso a bosques, parques, playas y malecones está terminantemente prohibido. En todo el país se han reportado casos de agresión de la ciudadanía contra las fuerzas del orden; hace poco una persona escupió a los agentes que la estaban controlando y después se supo que estaba infectada con el virus, en diversos puntos del país se han registrados peleas e insultos hacia los policías, así como robos de camiones con suministros de mascarillas y guantes.
¿Lo que distingue al Perú? Los diversos problemas económicos, sociales y políticos que enfrentamos. El Covid- 19 es solo una de las cosas contra las que el gobierno peruano debe luchar; a eso hay que sumarle la epidemia de dengue que está arrasando con la vida de muchos peruanos, la anemia que sigue llevándose a los más pequeños y vulnerables, la falta de acceso a agua potable, el problema de los niños con plomo en la sangre que parece tener muchísimo menos importancia, la contaminación de nuestro medioambiente por parte de las mineras que, dicho sea de paso, son unas de las pocas que tienen la venia del Estado para seguir en funcionamiento a pesar del confinamiento. El Perú es un país tan grande y con tantos problemas que las medidas que está tomando el gobierno, por más acertadas y pertinentes que puedan parecer, son insuficientes. El bono de 380 soles, de por sí, es una ayuda muy limitada teniendo en cuenta el alto costo de vida, costo que desgraciadamente se está incrementando a causa de los especuladores y de aquellos que quieren aprovecharse de la desesperación de la gente para hacer “su agosto”. Al mismo tiempo, esta ayuda no está llegando a todas las personas que realmente lo necesitan. Queda pues, hermanos, muchísimo por hacer.
Escrito por Geremiss Martinez desde Paris, Francia